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A mediados de septiembre comienza el otoño, una estación del año que nos regala tonos marrones, rojos y amarillos. La estación del año en que los días se acortan y alargan las noches. Empieza a hacer fresquito y ya apetece disfrutar del calor del hogar.
Pero no es hasta el 1 de noviembre que no llega la fiesta de la Castañada y Todos los Santos. Una fiesta tradicional con un fundamento religioso que reúne familias y amigos al vuelta de una mesa para comer castañas, panellets y rezar por sus difuntos.
En La Farga Infantil no hemos querido perder esta tradición de comer castañas y panellets. Este año, las cosas son diferentes. La Castañera no ha podido bajar de la montaña para podernos deleitar con sus castañas. Pero hemos aprovechado la tecnología y la castañera ha visitado virtualmente a todos los niños y niñas de la escuela. Nos hemos reunido en círculo y hemos comido castañas y cantado canciones en el patio de la escuela. Aunque este año tenemos que tomar unas medidas diferentes no hemos perdido la oportunidad de vivir la Fiesta de la Castañada.
Antiguamente por Todos los Santos, los campaneros hacían repicar las campanas de las iglesias durante toda la noche y se iban volviendo. Entre toque y toque comían castañas para coger fuerzas para hacer mover aquellos artilugios tan pesados. La gente, y sobre todo los niños, se reunían para comer castañas en las plazas, haciendo auténticas castañadas populares.
Más tarde apareció la figura de la castañera. Con el paso del tiempo, este oficio fue ocupado sobre todo por mujeres procedentes de Galicia. En cuanto a los bollos, hechos con frutos secos y dulces, en Barcelona terminaron siendo muy populares. Era tradición que los padrinos regalaran bollos a sus ahijados, igual que para la mona de Pascua. Por las noches, en las casas, las familias dejaban bollos en la mesa para ofrecerles a los difuntos.