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Como padres que queremos y deseamos lo mejor para nuestros hijos, tenemos que saber educar buenas actitudes, convenientes disposiciones y ciertas virtudes. Nos entregamos a ello de forma altruista y nos esforzamos en obtener los recursos necesarios para darles un hogar, una buena alimentación, una buena educación… Queremos, además, que crezcan rodeados de afecto; en sabiduría, en bondad, en vida cristiana e intentamos que vivan felices ahora y en el futuro.
Pero la vida diaria, nos hace ver que en muchas ocasiones nos cuesta decirles: ¡no!
Como educadores debemos ser conscientes de que educar buenos hábitos y virtudes nos exigirá saber decir que no, muchas veces. Hemos de ser los padres más constantes en nuestras exigencias, que ellos en sus continuas peticiones. Si queremos llevar las riendas de su educación hemos de tomar la decisión de guiarlos por el camino de las virtudes humanas y por eso hoy vamos a hablar de sobriedad.
Se trata de esa virtud, que no solo nos hace ser comedidos en lo que comemos o deseamos, sino que nos ayuda a medir, con sentido común, muchos caprichos, muchas comodidades y algunos apegos que no nos convienen. Para que tengáis algunas ideas al respecto, os dejamos aquí cinco tips que os pueden ayudar a vivir bien esta virtud en vuestra familia:
1. Que sepan ser agradecidos. Hay que enseñarles a valorar las cosas buenas que tienen y han recibido. Han de valorar mucho y más, esas cosas que otros no pueden tener y sobre todo el cariño que reciben en su casa y de su familia. Tenemos que enseñarles a experimentar la alegría que supone dar, aunque sea poco. Eso, además de generar en ellos una gran satisfacción, les ayudará a ir fomentando también la virtud de la generosidad.
2. Que sepan estar alegres. Aunque cuando falten bienes materiales deseables e incluso necesarios, hemos de pedirles que sonrían y estén contentos. Será una oportunidad educativa única, para demostrarles que la alegría está en el “ser” y no en el “tener”. Podemos estar alegres siempre aunque no tengamos todo lo que deseamos o nos encontremos con dificultades.
3. Sobriedad en la comida. Nuestros hijos, como todos los niños, suelen ser caprichosos, por eso desde que son bien pequeños hay que enseñarles a aguantarse; no picar entre horas, comer un poquito más de lo que no me gusta y un poquito menos de lo que si… Las comidas y cenas en familia suelen ser una gran oportunidad para enseñar a los hijos a ser puntuales, a no elegir ellos los primeros, a servir a los demás con encargos concretos, a escuchar y a participar en las conversaciones con cierto orden. Lo ideal para educar educar estos aspectos será a través de nuestro ejemplo.
4. Sobriedad en el uso de su tiempo. A medida que van creciendo, crece su autonomía y su responsabilidad, ¿les pedimos que hagan algo por los demás, sin ser ellos los protagonistas? Por ejemplo, dejar sus entretenimientos para dedicar tiempo a jugar con un hermano más pequeño o cuidar a un abuelo aunque no sea tan divertido… ¿Qué actividades programamos los fines de semana o en vacaciones para hacerles ver la importancia de estar pendientes de los demás? a veces, porque no sabemos dedicar tiempo a pensar en estas cosas, los hijos caen en el aburrimiento y aparece la falta de sobriedad en muchos campos; muchas horas de ordenador o iPad…, tiempo desperdiciado sin hacer nada, excesivo consumo de TV, etc.
5. Sobriedad en los bienes materiales. Muchas veces la sobriedad no está solo en tener poco de lo que sea, sino en saber cuidar bien lo mucho que se tiene, por eso, debemos enseñarles a usar bien las cosas, a tratarlas con cuidado, a apreciarlas y sobre todo a saber aprovecharlas hasta el final. Diríamos, con un lenguaje muy actual, a hacer un consumo responsable y ecológico de las cosas: ¿Soy responsable en el uso que hago del agua? ¿Qué uso le doy a mi móvil? ¿Cómo cuido mi ropa? ¿Cómo guardo y ordeno mis juguetes?
Pero papás, no lo olvidéis, como ya hemos dicho, en todos los temas de educación, la clave siempre está en el ejemplo personal sobre todo en el de sus padres. Las virtudes se viven, porque las vemos en los comportamientos de los demás, no porque nos las prediquen. Educar en la sobriedad no consiste, exclusiva y principalmente, en controlar las influencias negativas y en decir muchas veces que no. Se trata de buscar, encontrar y fomentar conductas positivas: ser agradecidos, enseñarles a tener actos de generosidad pensando en los demás, en cuidar bien lo que tenemos, en aprovechar bien el tiempo, en generar expectativas culturales…